martes, 26 de mayo de 2009

Escobas voladoras


Este es un texto que forma parte del libro "Escobas voladoras" de Ann Jungman. En las afueras de la ciudad, había un supermercado recien inagurado. A su alrededor, se extendia un gran aparcamiento de hormigón. Durante el día, el el lugar estaba repleto de compradores, pero al llegar la noche se vaciaba por completo. Bueno eso era lo que suceder, pero... una oscura noche de noviembre, cualquiera que pasase por allí se hubiera quedado boquiabierto ante lo que estaba viendo. Porque, junto a un pequeño grupo de árboles situado a un lado del aparcamiento, tres brujas danzaban en torno a un caldero dando zapatetas, al mismo tiempo que cantaban a voz en grito:
Bulle, bulle, ajoarriero,
bulle el agua en el caldero.
En una rama se hallaba sentado un gato que maullaba a tono con las brujas y movía la cola contento. Al cabo de un rato, las brujas pararon de cantar y bailar, y tomaron asiento alrededor del fuego.
-Vamos a idear algo bien diabólico para esta noche- dijo la más alta, muy sonriente-, algo muy perverso para castigar a esa gente que se ha atrevido a construir en nuestro lugar sagrado.
-Pues yo no lo acabo de ver tan mal, Maud - contestó la más menuda -. No podían saber que era nuestro lugar sagrado y, por lo menos, han dejado nuestro árbol preferido.
-¿Qué no lo ves tan mal?- protestó la bruja alta-. Sinceramente, Ethel, me desesperas. Las cosas van de mal en peor para nosotras, las brujas.

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